Durante sus años de gobierno (que terminaron por sumar 30), Porfirio Díaz fue a su vez un gran presidente y un horrible dictador: manteniendo la paz y el progreso con mano de hierro y a costa de la clase baja, este hombre –cuya afiliación al positivismo se nota todavía en nombre de calles y estatuas, monumentos y edificios—siempre ha sido una de las figuras históricas mas controversiales del país.

A pesar de haberse levantado en armas contra Benito Juárez y Lerdo de Tejada en base a su reelección, y defendiendo la creencia que un presidente no debía cumplir dos o más periodos consecutivos, al llegar el final de su primer periodo, Díaz se dio cuenta que no estaba listo para dejar la silla presidencial. Por eso nombró como su sucesor a Manuel González, quién habría de su pantalla frente al pueblo para ejercer el poder, y quien modificó la Constitución de manera que fuera posible para Díaz reelegirse. Después de esto, Díaz fue presidente hasta el final de la Revolución de 1910.
Lo primero que hizo Porfirio Díaz al entrar a la presidencia fue mejorar al ejercito: redujo las unidades y las que quedaron las profesionalizó, además de crear el Cuerpo Especial del Estado Mayor. Creo varias escuelas militares, como la Naval Militar, la de Aspirantes, la de Esgrima, entre otras. Además, se modernizó el armamento.
Durante el Porfiriato se dio un fenómeno global conocido como el imperialismo, y que puede definirse como un crecimiento del sistema capitalista en que se dio una gran importancia a la industria y a los recursos naturales. Esto se tradujo también en un auge económico nacional.

Este auge se debió, principalmente, a que se abrió la economía nacional a la inversión extranjera y se aplicaron políticas liberadoras. Inglaterra, por ejemplo, tuvo concesiones mineras y administró el Istmo de Tehuantepec, España trajo la industria textil y las concesiones de ferrocarriles dadas a Estados Unidos. El crecimiento sólo llegó a las ciudades, y el capital extranjero dominaba la mayor parte de la economía: por ejemplo, en 1910, 840 compañías mineras eran estadounidenses y 148 nacionales. Se triplicó la producción de plata, subió el valor del cobre y se bajó la producción del maíz y de otros productos para el consumo interno.
La modernización económica se debió principalmente al ferrocarril, el teléfono y el telégrafo. Esto, sin embargo, también formó una fuerte dependencia con Estados Unidos.

Otros aspecto que hubo en el Porfiriato fueron los latifundios y el caciquismo: enormes extensiones de tierra administradas y poseídas por una sola persona, que eran trabajadas por peones en condiciones casi infrahumanas: vivían dentro de la misma hacienda, y les pagaban por medio de tiendas de raya, esto es, le daban dinero que solo servía en la tienda del mismo patrón, en donde pronto adquirían deudas por no poder pagar todo lo necesario para mantener una familia y gracias a las cuales se quedaban atados a la hacienda tantos ellos como sus hijos, que heredaban las deudas.
Pero para la gente de clase alta –y de clase alta alta, que estaba compuesta por los amigos y familiares de Díaz—la vida era muy fácil. De lujo y abolengo, sus hijos recibían una educación positivista donde por primera vez se les habló de la historia el país. El gobierno creo el Consejo Superior de Instrucción Publico, que luego se volvió una secretaria, y la Universidad Nacional.

Sin embargo, casi al final del Porfiriato se dio una crisis general a lo largo del país: hubo una sequía en el Norte, se dieron las huelgas violentamente reprimidas de Cananea y Rio Blanco, hubo una devaluación de la plata y Porfirio Díaz, que –al igual que el resto de su gabinete—ya sobrepasaba los 70 años, dijo en una entrevista que estaba listo para dejar la silla presidencial. Esto provocó que jóvenes como Madero comenzaran a pensar en un nuevo régimen, y su negativa de ultimo momento a dejar el poder sólo provocó la primera chispa de la Revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario